De niño, solíamos jugar a la pelota en el Tardón.
Todos los días, a la tarde, pasaba junto a nosotros un muchachote,
bolsa de deporte en ristre, camino del campo de fútbol de los Salesianos.
Era alto, fuerte, de pelo negro y cejijunto. Muy serio.
De él, solo sabíamos que se llamaba Antón, que había llegado de la parte de Cádiz y que jugaba en el Triana.
Un día de tantos, la pelota se escapó y fue a parar a sus pies.
La pelota siempre busca el pie del buen futbolista.
Una voz surgió de nuestras gargantas: ¡Antón, dale al balón!
Y Antón soltó un trallazo con la zurda que hizo temblar la pared del bloque.
Extasiados, agarramos el balón y comenzamos a buscar los efectos del pelotazo.
Antón le había saltado un punto a la costura.
-¿Has visto? Nos decíamos el uno al otro.
A partir de ese día, y cada vez que Antón pasaba, la pelota llegaba a sus pies, ya lo hacíamos aposta, y gritábamos: ¡Antón, dale al balón!
Antón soltaba el correspondiente zurdazo y nosotros corríamos a inspeccionar los daños causados.
Un día lo rompió. Le dio tan fuerte que el balón estalló y lo dejó hecho un guiñapo.
Aún recuerdo la cara de Augusto, el dueño del balón, feliz por ser el propietario de una obra de arte y, a la vez, compungido pensando en cómo iba a explicar en su casa un hecho tan sobrenatural.
Antón siguió pasando a nuestra vera hasta que un día se marchó al club grande, el Real Betis.
Ya nunca más volvimos a verle.
Para nosotros, era motivo de orgullo el saber que alguien del barrio había llegado tan alto,
a la vez que fuente de tristeza porque ya nadie importante chutaba con nuestro balón.
Más adelante, supimos que Antón había fichado por el Valencia.
Los domingos, cuando preguntábamos por el resultado del Betis, a continuación, casi con pudor, siempre alguien musitaba:
–¿Y el Balensia? ¿cómo ha quedao el Balensia?
Primera edición: Al Final de la Palmera. Abril 2010.
Segunda edición, corregida: Bendito Villamarín. Julio 2015.
La inocencia,la dulzura,la exquisitez,la ternura y cuantos adjetivos más pondría a tus comentarios,que después de leerlos me dejan en un estado de inspiración tal que resulta fácil hacerlo.
Un saludo
Con tu permiso Diasporas, tus post me inspiran para hacer poesía, aquí te dejo un comentario en plan sentimental.
Pequeños tardones pelotean por las tardes
todos los días posibles patalean el cuero
se lo prestan en coro en plan fútbolero
almas semiformadas y soñantes
cuando duermen fantasean de figura
un día aparece el ángel ese de sus sueños
y pega un zapatazo con la zurda
que provoca un descosido sin desvelos,
Anton es el ángel destructor
que por repetidas veces que lo hizo
acabose con la vida del balón.
y aunque se despojan de su medio de ilusión
por culpa del zapatazo de Anton
cambiaron el sueño de jugar en el Tardon
por la fantasía de ser ese ángel destructor.
Se lo dedico a todos los niños béticos.
Gracias, Copobetis. Tus palabras reconfortan. Tu poesía es una joya cuajada de esmeraldas
Lo sentimental oculta lo material,en tiempos de decadencia era más importante ver como le pegaba al balón que ver a este destrozado.Y una vez que lo ha roto siendo el autor material del caso lo profanas allá donde vaya,el sentimiento por el fútbol no tiene límites.